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No aguanto a mi hijo

mamá cansada
Lectura de: 3 minutos

En ocasiones, la maternidad puede venir cargada de muchas creencias y expectativas, las cuales generan culpa en las madres cuando estas no se cumplen. Hace poco tuve una paciente que con pesar expresaba sentir algunas veces rechazo hacia su hijo y se sentía muy culpable por ello, pues se daba cuenta que le gustaba ser mamá pero no entendía porque a veces se sentía así.

Ella me hizo pensar en la dicotomía entre el amor y el rechazo

A veces, creemos que amar es expresar ese amor las 24 horas de los 7 días de la semana, pero ¿realmente es posible siempre y en todo momento expresar amor? Pienso que no. La vida no es blanco o negro, hay tonalidades, ventajas y desventajas. En el caso de esta mujer, extrañaba su vida laboral y tener tiempo para dedicarlo a sí misma, ella notaba que a pesar de querer un bebé no podía hacer las cosas que antes disfrutaba y era cuando sentía rechazo.

La “culpa de las madres” surge gracias al peso de las creencias culturales en donde se considera que “si se tiene hijos, ellos siempre serán la prioridad y sino es así eres mala madre“.

¿Nos sirve la culpa a las madres?

Pensemos en otras situaciones, y en si tú fueras intolerante con las conductas de tus hijos y a la hora de corregir se te pasara la mano con el regaño o reprimenda. Aún ahí la culpa no funcionaría, es comprensible que sientas remordimiento porque te arrepientes de haberle gritado a tu hijo. Sin embargo, si nos enganchamos a la culpa, puedes sentirte moralmente mal, y te centrarás en pedir disculpas para quitarte esa losa de encima.

La culpa no funciona para resolver, más bien es una forma de castigo que nos aleja de la solución.

No se trata de minimizar los errores, si la regamos la regamos, pero no somos las peores del mundo por eso. El primer paso para el cambio es aceptar lo que pasó, aceptarlo no es que te guste sencillamente te centra en la realidad.

A partir de aceptarlo puedes tomar responsabilidad de la parte que te toca.

Un tip para liberarte de la culpa es que cuando cometas un error (sino lo has cometido, en algún momento sucederá porque es humano ser falible), párate a observar qué consecuencias tiene ese fallo, e imagina la responsabilidad como un pastel donde a ti te toca una rebanada. Identifica cuál es la rebana que te corresponde, y actúa sobre esa parte que te toca, si puedes corregirlo, hazlo sin cargar con todo el resto del pastel.

Aprovecha tus errores para aprender de ellos.
Cuando nos hacemos responsables no cabe la culpa.

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